miércoles, 12 de mayo de 2010

Susa Cuartero Lapeña

Estuve cuatro años, desde 1976 a 1977 Quiero recordar a todos mis compañeros pero es difícil, pues ya han pasado algunos años.A los que sigo viendo y relaciono son: Charo Antón , Javier Velaza, Jorge Gallego, Alberto Catalán, Caty Sesma, José A Segura, J.A Tomás, Any, Juani Fernandez, Alfredo Sanchez, Mª Angeles Randez,,Arancha Vallejo, Chus Lacruz, Joaquina Prusen, Javier Sesma, Carmelo, José Del Río, Cepeda, Chemi, Macarena, Viky, Jesús Perez, Vicente Ruiz. De los profesores que nos dieron clase en los diferente cursos recuerdo aunque sin apellidos de algunos a los siguientes: Don Javier que nos impartió clases de biología Doña Pilar Navas que nos dio matemáticas Doña Gertrudis Lafuente también de biología en otro curso Pilar Santamaría en Lengua y Literatura Doña Petra o como le gustaba que le llamaran Petrita que impartía Literatura Iñaki Zurutuza el “duro” de matemáticas Raúl Tejada con el laboratorio y la Química Doña Concepción Diez Taboada cariñosamente llamada “La Chity” de Física y Química Don Antonio Sanz el profesor de dibujo y diseño Don Antonino Burgos que nos daba Geografía e Historia Fernando Ferrero con sus peculiares clases de Lengua y Literatura Mª José Martínez que daba Educación Física a la que llamábamos “Gimnasia” De todos algo queda de dichos y hechos pero me acuerdo especialmente de dos profesores de Biología, tanto Gertrudis como D.Javier, transmitían pasión por la biología y aunque no he seguido por esa línea, siempre los tengo como referentes de buenos profesores. Excursiones seguro que hubo y actividades aunque no recuerdo exactamente cuales, habría. Lo que sí se que hicieron una función de teatro un grupo de un curso menos y me acuerdo que me encanto. No recuerdo el titulo de la obra. En general mi recuerdo del instituto es bueno porque aunque también pasamos malos ratos, allí tenemos los mejores recuerdos de juventud. Recuerdo la cantina como un lugar de reunión, sobre todo con los chicos y las chicas de los pueblos. Campo de prácticas, biblioteca, capilla, cantina, gimnasio.... El gimnasio, creo que entonces estaba algo “flojo”, Recuerdo muy bien los laboratorios y sobre todo la ilusión que nos hacía, o por lo menos a mí, cuando tocaba ir para hacer alguna práctica. No se si esto será suficiente, pero espero que sea de ayuda para lo que quieras hacer. Saludos. Susa

lunes, 10 de mayo de 2010

Mario Martinez Martinez


7 de Mayo de 2010

Mario Martínez Martínez

Recuerdos de Instituto

Para María José Martínez Landa

Aquí te dejo mis recuerdos del Instituto, y voy a procurar ser ante todo sincero.
Decir en primer término que a diferencia de la mayoría de los textos de ex alumnos que voy leyendo, mis memorias del Centro, que por aquel entonces (1962) era un Instituto Laboral, no son demasiado gratas.
Quizá sea debido a que esos estudios, a nivel profesional me sirvieron de poco, al contrario que a otros muchos, a mí no me proporcionaron una continuidad universitaria ni un buen puesto de trabajo (aunque sí me viniese bien a nivel personal, eso seguro). O quizá también fuese la culpa de la escasez de medios económicos que hacía que la compra del material indispensable supusiese en ocasiones un escollo difícil de salvar a pesar de la buena voluntad de mis progenitores.
Todo esto y alguna cosa más, como ser uno del montón, aunque no llegase a repetir ningún curso (hubiese tenido que repetir cuarto, pero abandoné), hace que la experiencia de mi paso por el centro fuese más bien agridulce. De todas formas y aunque lo poco amable la memoria procura olvidarlo, algo siempre queda, sea malo o menos malo.



Estuve en el Instituto Laboral cuatro años (eran, creo, cinco años y Reválida, por aquel entonces). El primero lo hice en la Abadía, acondicionada para Instituto hasta que se construyó el centro de la Florida. Recuerdo, además de las clases de altas techumbres, la gimnasia en su patio, donde también éramos aleccionados con canciones patrióticas, los escalones para subir a las clases y para bajar también a los talleres y laboratorios, y la buena camaradería existente entre los chicos, chavales de diez años llenos de vigor que empezaban a descubrir la vida.
De ese primer año conservo el recuerdo de la trágica muerte de Don José María, Director del Centro por aquél entonces. Era un buen profesor y un trabajador incansable. Su suicidio nos conmocionó a todos. Estaba casado con una mujer de exuberante belleza y él no era precisamente un dechado de ella, las malas lenguas hablaron de una infidelidad matrimonial, pero nunca se supo a ciencia cierta.
Aquél día nos reunieron a todos los cursos en el patio, nos explicaron lo sucedido y nos llevaron al entierro, fue tema de conversación durante meses.
Poco tiempo después, en el curso siguiente bajamos a la Florida, al nuevo Centro que él había promovido para el pueblo de Alfaro.
Allí comencé mi segundo curso. Al ser todo nuevo era un verdadero lujo comparado con la Abadía, los talleres (carpintería, mecánica y electricidad), el laboratorio, eran lugares amplios y luminosos, el terreno de cultivo ubicado en su parte trasera (Campo de prácticas), era enorme y también los edificios que lo circundaban.
La gimnasia, que era impartida al alimón por Don Emilio Bustamante (que también impartía Formación del Espíritu Nacional) y por Don José Luís, se hacía en el campo de deportes de la Florida y consistía en varias tablas de gimnasia y consiguiente partido de fútbol (éste no debía de faltar). Las clases también eran luminosas y acogedoras.



Entre mis compañeros hubo de todo. Chicos como yo que llegábamos a la media con apuros, chicos que sobresalían en todo, otros que lo hacían sólo en algunas cosas y aquellos que eran verdaderas nulidades y pasaban las clases dando guerra y deseando ser expulsados al pasillo.
Sin ubicarlos en el mismo orden anterior, recuerdo a Rafael Casas, Constantino Ovejas,
Carlos Vicente, J. María Cordón, y algunos más, todos alfareños.
Entre los forasteros, a los hermanos Cárcar, a Marrodán, Vicente Fernández, Iñigo (no recuerdo el apellido) y a bastantes más de los que tengo presentes sus rostros pero sus nombres se me escapan.



Una de las cosas que no se me olvidan y que da fe de las ganas de estudiar que algunos de estos forasteros tenían, era la forma en que se trasladaban desde sus lugares de origen (Corella, la Aldea, Rincón) hasta Alfaro. Lo hacían en bicicleta. Fuese invierno o verano cogían su “bici” y la mochila de los libros a la espalda y se presentaban a las puertas del Instituto. En invierno para evitar el frío, se colocaban unas hojas de periódico en el pecho y eso les cortaba en lo posible el gélido cierzo.
Anécdotas positivas propias recuerdo pocas. Hay una que a modo de resumen la dejaré para el final de estos recuerdos. Negativas tampoco recuerdo demasiadas (aunque supongo que tanto de unas como de otras las habría). Dos que me dejaron huella (en lo negativo) estuvieron protagonizadas por el mismo profesor: Don Antonio Sanz, que Dios tenga donde merezca. Este profesor, de genio vivo y en ocasiones violento y que según decían, era muy bueno dibujando, nos tenía a todos amedrentados, al menos a todos aquellos para los que dibujar era un esfuerzo que no se daba demasiado bien. Muy amigo de aquellos que dibujaban bien, pero enemigo acérrimo de los muchos que éramos de la zona media e incluso malos.
A mí en varias ocasiones me rompió los dibujos o me los llenó de rayones (cosa que hacía constantemente con muchos) y una vez, en que producto de los nervios (nervios a los que él inducía a cualquiera), se me cayó un tintero lleno de tinta, me tuvo recogiendo tinta del suelo después de que la clase terminara, todo ello, aderezado con hermosos insultos.
Pero lo que da verdadera idea de su mal carácter fue lo que le hizo a un chico, que era un superclase pero el dibujo no le iba, al que ofreció aprobarle el curso en el que estaba suspendido en dicha asignatura si al siguiente año no aparecía por el Instituto. El chico no volvió más y él cumplió su palabra, lo aprobó (como podéis ver aún tenía alguna cosa buena, cumplía lo que decía).



A lo largo de esos cuatro años fueron muchos los profesores que pasaron por las aulas y me dieron clase, al ya mencionado Antonio Sanz, hay que añadir Don Manuel Izal, profesor de religión, Don Antonio Castillo, Doña Maria Luisa, Don Pedro Fernández, Don Luís Álvarez Dieste, profesor de francés, Don Agustín Zapatel, de física y química, Don Raúl Tejada, de matemáticas, Doña Mª Victoria, también de matemáticas, Don David, de historia y geografía, Don Jesús Palacios, de organografía, Don Fernando Ferreró, de lengua, La “Chiti”, Don Antonino y alguno más que no recuerdo.
Luego estaban los de talleres, Eugenio Casas, de carpintería, Joaquín Ausejo de mecánica, de quien guardo grato recuerdo, y el ya mencionado Don Pedro Fernández que también nos impartía electricidad y que tenía buen talante.
Recuerdo que en las practicas de laboratorio a Zapatel casi siempre le fallaban los experimentos, se le rompían los tubos y las probetas, sin embargo con “Chiti” las cosas iban mucho mejor.


Si hubo una profesora de la que guardo un recuerdo amable, esa es Doña Mª Victoria (familiarmente llamada “La Toya”), porque te animaba (de ella y mía contaré una anécdota al final) y porque era una señora despampanante que te hacía estar pendiente de ella aunque sólo fuese por sus atractivos.
También de los profesores de talleres y de aquellos en que sus clases lo pasaba más o menos bien y estaba a gusto, y todo lo relacionado con Letras, donde podía expansionarme escribiendo, algo, que sin yo saberlo, iba a ser una de mis aficiones futuras.



La verdad es que yo no anduve metido en actividades culturales ni teatrales en aquella época, y en cuanto a excursiones, no digo que no se hicieran, pero no recuerdo ninguna.
Ahora, precisamente ahora, es con el asunto de la poesía y la escritura, cuando más actividades culturales practico, algo que por aquel entonces ninguno de mis condiscípulos imaginaba siquiera de un chico más bien reservado, anodino y un poco torpe, incluso, ¿cómo podían esperar de mí que llegase a escribir poesía?



Del edificio de la Abadía ya he comentado al principio un poco de mis recuerdos y también del nuevo edificio de la Florida. Para nosotros el cambio del uno al otro fue memorable, como pasar del purgatorio al cielo, sobre todo por lo sombrío del primero y lo luminoso del segundo, por el amplio Salón de Actos (hoy reconvertido en cine), el campo de fútbol, la piscina (aunque fuese poco usada) y el campo de prácticas, donde aprendimos de manos del Señor Basilio a usar el tractor, a manejar la azada e incluso a arar. Sobre todo recuerdo la amplitud del edificio en todos sus conceptos.



Bien, dije al principio, que dejaba una anécdota positiva para el final, que resume un poco mi paso por las aulas del Centro y quizá también mi paso por la vida.
Doña Mª Victoria, fue una profesora que todos recordamos, pero además a mí me dejó grabado el recuerdo de dos días especiales.
Todos los días sacaba a un par de alumnos a la pizarra a explicar la lección de la jornada anterior para poner nota. Aquel día, sin esperarlo, pues no había estudiado (las matemáticas no eran mi fuerte, y no lo siguen siendo) me tocó a mí: -“Martínez Martínez, a la pizarra”. Fue un desastre, no me sabía nada. El resultado fue: -“Tiene usted un cero, ándese con ojo porque le volveré a preguntar cualquier día de estos”
Aquello me sonó, no sé porqué, como: -“Voy a volver a preguntarle mañana”. No lo dijo explícitamente, pero yo quise escucharlo así entre líneas.
Así que esa noche empollé matemáticas como un loco. Y al siguiente día: -“Martínez Martínez, a la pizarra”. En esa ocasión, casi sobre aviso por ella misma, le respondí a todo de cabo a rabo. Cuando termino el examen me dijo:- “Martínez, usted va a ser el hombre de los ceros y los “dieces”. Naturalmente, me puso un diez, y aquella nota media me salvo el curso.
Así que hace unos años, en su recuerdo, le dediqué algo para lo que ha resultado que sí tengo una cierta habilidad y que me ha proporcionado algunos “dieces” que promedian con un aprobado alto los ceros con que la vida nos obsequia. Un pequeño poema, un soneto en el que resumo lo que más nos impactaba de ella: su pelo rojo, sus piernas, su belleza. Creo que todos estuvimos un poco “enamorados” de ella. Pero que quede claro, que aunque en los versos no mencione su forma de enseñar, también eso lo recuerdo gratamente.
Con él, cierro estos lejanos recuerdos de mi paso por el Instituto Laboral de Alfaro.



Aquella “Profe” de “Mates”



Desde la bruma gris de la distancia
que envuelve voluptuosa las vivencias,
puedo sentir tu voz y tu fragancia
en un aula de sueños y carencias.

Recuerdo tus cobrizos capilares,
tus formas tan sensuales y modernas,
y el morbo despertando en escolares
el cruce inofensivo de tus piernas.

Tú fuiste, sin querer nunca saberlo,
de aquél profesorado de instituto,
la que mejor captaba nuestra audiencia;

gozando de tu cuerpo, sin tenerlo,
llegaste a ser, platónico absoluto,
nuestro primer amor de adolescencia.



Mario Martínez.

jueves, 6 de mayo de 2010

Raul Tejada Palacios


Soy Raúl Tejada Palacios, nací en Castejón (Navarra) y siento el Instituto de Alfaro como algo propio, ya que en él he vivido todas las facetas por las que puede pasar un profesional de la enseñanza, fui alumno allá por los años 60, después profesor y jefe de estudios, y durante todos estos años le he visto evolucionar, ampliarse, colorearse y avanzar en el aspecto tecnológico.
Puedo hablar de los momentos actuales o bien retroceder en el tiempo y recordar el pasado, creo que me quedaré en este último capítulo y ya habrá ocasión para escribir sobre el presente que entonces será pasado.
La vida estudiantil entonces era alegre, sana, sentíamos muchas ganas de vivir, hacer deporte y también de aprender (no tanto), pero a veces era difícil o muy difícil dependiendo de donde fueras; nosotros, los castejoneros, lo teníamos más fácil que los de La Aldea, que venían en bicicleta, pero más difícil que de los de Alfaro.
Salíamos de Castejón a las 7.25 horas en un tren de los de entonces, con asientos de madera, sin calefacción y en el que algunos días hacíamos un poco de fuego para calentarnos (¡qué peligro!); llegábamos al Instituto a las 7.45 y allí nos esperaba el conserje (Luis Parra), que nos llevaba a un aula en la que toda la calefacción que había era una estufa de petróleo, para hacer un rato de estudio. Frío y mas frío hasta las 8.30, hora en la que salíamos al campo de fútbol La Florida del C.D. Alfaro para poder comer un bocadillo que nos sabía a gloria. A las 9 en punto sonaba el timbre y teníamos que “formar” en las columnas que llevan a la cantina, donde D. Manuel Izal y el profesor de guardia nos hacían rezar unos instantes y a continuación cada uno a su aula, que nuestra energía juvenil caldeaba un poco, para comenzar las clases del día.
Recuerdo, como si fuera hoy mismo, un día en el que se rompió un cristal de la ventana del fondo de mi clase y como mi apellido era el que era… me tocó aguantar durante 4 días todo el frío del exterior (combatido con guantes y pasamontañas…) hasta que de Tudela nos trajeron el dichoso cristal. A veces hay pequeños detalles que jamás se olvidan aunque no tengan, aparentemente, importancia alguna.
Cuando a las 18.25 h. acababan las clases (teníamos clases por las tardes), bajábamos a la estación para coger el tren correo de vuelta a casa, pero había días que traía un retraso de hasta 3 horas y es entonces cuando decidíamos caminar por la banqueta de la vía para llegar a Castejón sobre las 20.00 h, cenar, estudiar un poco, hablar con la familia (no había televisión) y vuelta a empezar al día siguiente a las 7 de la mañana.
La enseñanza que se impartía entonces en Alfaro era la de un Bachiller Laboral, incompleto por la falta de materias de humanidades pero con buena preparación en otras y sobre todo, creo yo, una excelente destreza manual, con los talleres de mecánica, electricidad, carpintería… que personalmente me sirvió para manejarme en la carrera de Químicas.
Guardo un recuerdo cariñoso de los compañeros de clase y en especial, de aquellos con los que en mi vida profesional o deportiva he tenido mayor trato, como Florencio Alonso, Toño Palacios, Fermín Lucas, los hermanos Cárcar ….
A los profesores les recuerdo a todos, Antonio Castillo, Joaquín Ausejo, Antonino Burgos, Antonio Sanz, Eugenio Casas, Pedro Fernández, Concepción Díaz, Emilio Bustamante, D.Manuel Izal, Luis Alvarez Dieste, José Luis Vicente,Jesús Palacios, José Ramón Jiménez, Raúl Tejada, Mª Luisa Martínez, Fernando Ferreró, Basilio Aguirre, Manolo Arpón y de todos ellos me quedo con lo mejor de cada uno y he olvidado lo demás.
A veces vienen a mí cabeza imágenes imborrables, como el famoso tractor, los talleres, los laboratorios, los baños en la piscina y las comidas con los alumnos de la residencia en la cantina, que con tanto esmero y cariño la buena María y su hija Amelia nos servían.
Todos estos recuerdos llenos de emoción se mezclan con los de mi vida actual de profesor y me hacen pensar que me alegro de haber vivido y seguir viviendo en este Centro, que es mi Instituto.
Un abrazo para todos y muchas gracias a Mª José por esta idea.

lunes, 3 de mayo de 2010

Miguel Ángel Ríos Galdamez




Miguel Ángel Ríos Galdamez

Ex - alumno FP II Electricidad

Cursos de escolarización. 
Comencé mis estudios de formación profesional en el año 1990 y terminé en el año 1994, como puedes ver no cuadra en cuatro cursos realizar cinco cursos, pues sí, todo ello gracias a un profesor Fernando Azofra. Yo por entonces procedía de primer curso de BUP, y podía haber pasado a segundo curso de BUP pero no me convencía, por lo que me cambié a FP y con las asignaturas convalidadas de bachiller a FP realicé 1º y 2º de electricidad en el mismo curso.
En el año 1994 emprendí mi marcha universitaria primero por Ingeniería Técnica Eléctrica hasta el año 1997 y desde el año 1998 hasta el 2000 en Ingeniería Industrial.
Tras mi paso por la empresa privada, por la Universidad de la Rioja y los IES de Arnedo y Calahorra en el curso 2008-09 aparezco de nuevo en aquellas aulas donde estudié, pero ahora como docente con gran satisfacción y gozo para mí.
Profesores que te dieron clase en las diferentes asignaturas. 
Aquellos profesores que recuerdo son aquellos que de una forma u otra dejaron una impronta para mí.
Área Practica: Agustín Labarta, Fernando Azofra por lo anteriormente comentado, Toño Marín con los sistemas automáticos. José Ángel me introdujo en el mundo del sonido y la radiofrecuencia, además fue el que aconsejó a mí y a mis padres a continuar estudiando. 
Lengua: Mª José Subirán, Roberto y en 3º curso un profesor que me ayudó a disminuir las numerosas faltas de ortografía de forma totalmente personal.
Física y química: Ana
Dibujo: Alicia
Matemáticas: Pedro Guillorme armado de paciencia con aquellos cazurros.
Educación Física: Mª José Martínez, solamente nos dio clase los cinco años, recuerdo que éramos todo chicos el tiempo que nos dejaba libre después de realizar los circuitos jugaba con nosotros y algún que otro balonazo recibía, algunos accidentales.
Compañeros que recuerdas y ¿por qué?
En clase éramos muchos en 1º y 2º, pocos después de 3º a 5º por lo tanto no son muchas las anécdotas, pero de la que no se me olvida es la de Roberto Almendáriz durante todos los días y todos los cursos se nos dormía a primera hora en clase.
Todavía mantengo el contacto después de 15 años con Miguel Ángel Arévalo, un chico de Igea de estos noblotes, de buena pasta, de estos “de pueblo”, de los que ya no quedan. Íbamos a las fiestas de los respectivos pueblos, luego nos invitamos a las bodas, a los nacimientos de los hijos etc.
Actividades
- Realizamos una excursión a la Muela, el primer parque eólico cuando estaban los aerogeneradores en prueba, aquello que sólo existía en Tarifa en condiciones muy especiales para producir electricidad.
- Visita a una exposición de material eléctrico en Bilbao detrás del estadio de San Mames, con tiempo libre por la tarde para visitar Bilbao.
- Instalación de una emisora de radio aficionado con José Ángel, lo que nos permitía ponernos en contacto con otros radioaficionados de España y Europa, a través de códigos internacionales. Posteriormente me preparé mi propio equipo con su ayuda.
- Una de las experiencias que aún hoy en día recuerdas con algún compañero son los preparativos y organización del viaje de estudios, fiestas en los bares, conciertos, camisetas, lotería, desfiles etc. Con la madurez del paso de los años 18 -19 sabías que había que buscarse la vida para aminorar el coste del viaje, y así fue, el viaje a Tenerife nos salio prácticamente gratis.
Las prácticas en empresa eran voluntarias, educación daba una cantidad de dinero a las empresas, las cuales devolvían a los alumnos con alguna propina, lo que te permitía asegurarte unas buenas vacaciones en Tenerife, con la fuerza de la juventud sana y el dinerito fresco en el bolsillo era la combinación perfecta para pasar 14 días intensos e inolvidables. No parabas ni un minuto de realizar visitas turísticas por la mañana y festivas por la noche.
Recuerdo con Ochoa, Almendariz, Oradre y un servidor alquilando un coche y disfrutando de forma intensa. Todos los días íbamos a un pueblecito de pescadores, donde nos servían estupendos vermuts antes de comer y cenar al atardecer, económicos pues no estaba explotado turisticamente.

De tus experiencias en el centro 
El respeto, el acercamiento y la confianza mutua que existía entre los profesores y los alumnos, el interés de los alumnos por aprender.
La autonomía que adquiría el alumno conforme maduraba y pasaba de curso, todos sabíamos cual era nuestro objetivo, el compañerismo y el trabajo en equipo.
Que recuerdas del edificio
Del centro recuerdo los talleres de electricidad y mecánica que con la aparición de la ESO fueron remodelados.
Un espacio oscuro que existía en hall siempre estaba cerrado, por lo que nunca supimos lo que allí había, con el paso de los años se transformo en una curiosa biblioteca.
El color amarillo crema monótono que cubría todos los pasillos y aulas en las que no se sabía donde finalizaba una y comenzaba el otro, el cual fue sustituido por colores chillones y llamativos.
Los pabellones deportivos donde jugábamos y disfrutábamos como locos, para refrescarnos en la cantina.
Existía un campo de tierra enfrente del gimnasio y con el buen tiempo Mª José nos dejaba salir un ratillo a jugar al fútbol, ahora ha sido sustituido por un elegante jardín.
Los invernaderos de los agrícolas, sustituidos por el pabellón.
Recuerdo también los laboratorios de química donde “el Sebas”, nos dejaba atónitos y con la boca abierta con alguno de sus inventos o sus reacciones químicas.
Conclusión
Aquellos maravillosos años ya no volverán, pero reflexionando y viendo desde el año 2000 hasta 2009 y realizando una comparativa, los chicos de entonces éramos más noblotes, el profesor te tenía que decir las cosas sólo una vez, había respeto a compañeros, profesores etc.
Bueno que parezco al abuelo cebolleta, no sé si es exactamente esto lo que querías,
Espero y deseo que te sirva de algo.